¿Qué sabemos sobre los efectos del Trastorno por Juego en Internet en el cerebro?
El Trastorno por Juego en Internet (Internet Gaming Disorder, IGD) es un fenómeno que despierta cada vez más interés debido a sus consecuencias negativas, tanto a nivel individual como para la sociedad en su conjunto. Gracias a técnicas avanzadas de neuroimagen sabemos que el IGD afecta tanto la estructura como el funcionamiento del cerebro. Ahora bien, ¿qué significa esto exactamente? Vamos a explorarlo a través del trabajo de revisión sistemática elaborada por Kuss et al. (2018).
El cerebro y su arquitectura.
Para comprender los efectos del IGD, primero debemos conocer la base de la anatomía cerebral, compuesta principalmente por sustancia gris y sustancia blanca:
La sustancia gris es el tejido donde se encuentran los cuerpos celulares de las neuronas, responsables del procesamiento de la información. Este tejido predomina en la superficie del cerebro (corteza cerebral), pero también se encuentra en núcleos profundos subcorticales.
La sustancia blanca, por su parte, está formada por axones recubiertos de mielina, conecta diferentes regiones cerebrales, permitiendo la transmisión rápida y eficiente de información.
La resonancia magnética (IRM) es una técnica no invasiva que nos permite analizar estas estructuras y detectar cambios en su morfología. En el contexto del IGD, una herramienta clave ha sido la morfometría basada en vóxel (VBM), que mide el volumen de la sustancia gris y las propiedades de la sustancia blanca.
Hallazgos estructurales observados en adolescentes y jóvenes adultos con IGD, en comparación con controles sanos.
Los estudios revisados mostraron una reducción de la sustancia gris en áreas clave del cerebro, incluyendo la corteza prefrontal (dorsolateral, orbitofrontal y cingulada anterior), la amígdala, el área motora suplementaria, la ínsula y el cerebelo. Además, se ha observado una disminución de sustancia blanca en regiones como la amígdala y el lóbulo frontal, lo que sugiere alteraciones en la conectividad estructural de estas áreas.
Modificaciones estructurales en regiones mencionadas previamente (e. g., corteza prefrontal, el área motora suplementaria) también fueron asociadas con un impacto significativo en funciones cognitivas, particularmente en la inhibición, la atención y la regulación emocional, contribuyendo a niveles más altos de impulsividad.
El cerebro en acción: lo funcional.
Además de los cambios estructurales, el IGD afecta el funcionamiento dinámico del cerebro. Aquí es donde entran en juego la resonancia magnética funcional (fMRI) y su variante en reposo, la rsfMRI.
¿Cómo funcionan estas técnicas?
Ambas se basan en el marcador BOLD (Blood Oxygen Level-Dependent), que mide los cambios en los niveles de oxígeno en la sangre como indicador de actividad neuronal. La fMRI evalúa la actividad cerebral mientras el sujeto realiza tareas específicas, como responder a estímulos o resolver problemas. La rsfMRI analiza la conectividad cerebral en estado de reposo, proporcionando información sobre las redes funcionales subyacentes.
Hallazgos funcionales observados en adolescentes y jóvenes adultos con IGD, en comparación con controles sanos.
Los estudios de fMRI en adolescentes con IGD mostraron mayor actividad en regiones relacionadas con el control cognitivo, como la corteza prefrontal, y menor actividad en áreas vinculadas al procesamiento visual y la orientación espacial. En gamers problemáticos, también se observó menor actividad en regiones asociadas al control inhibitorio, destacando alteraciones en la autorregulación y el procesamiento cognitivo.
Por otra parte, los estudios de rsfMRI en individuos con IGD muestran alteraciones significativas en la conectividad cerebral. Se observó una menor conectividad funcional en la corteza prefrontal y una disminución de la conectividad interhemisférica en regiones como el giro frontal superior, frontal medio y cingulado anterior, áreas relevantes en el control cognitivo, la toma de decisiones y la regulación de impulsos. Además, se observaron alteraciones en la conectividad del núcleo accumbens y el caudado, relacionadas con el sistema de recompensa, y una actividad reducida en redes clave, como la red de saliencia, implicada en la capacidad de regulación cognitiva y emocional.
Estas estos hallazgos funcionales subrayan cómo el IGD altera no solo la estructura del cerebro, sino también su capacidad para procesar información y responder de manera adaptativa al entorno.
¿Por qué es importante entender estas alteraciones?
Estos cambios pueden ayudar a explicar comportamientos problemáticos y compulsivos asociados al IGD. Al identificar las alteraciones estructurales, funcionales y de conectividad, se pueden desarrollar intervenciones más precisas y tratamientos personalizados para abordar el trastorno, además de contribuir al entendimiento general de cómo las adicciones conductuales impactan el cerebro humano.
Referencias:
Kuss, D. J., Pontes, H. M., & Griffiths, M. D. (2018). Neurobiological correlates in internet gaming disorder: a systematic literature review. Frontiers in psychiatry, 9, 166.